FORFOLEDA

Orígenes de simientes y fanegas

Forfoleda

Solo tres leguas distan de la aldea armuñesa a la capital de los charros. Ya los paleolíticos bípedos vieron en estas tierras, definidas por el Arroyo de la Vega y Cañedo, un lugar donde hacer labor. Desde que se tiene recuerdo escrito, la villa ha dedicado sus certidumbres a cosechar secanos como algarrobas y garbanzos en otro tiempo, sustituidas por trigos, centenos o cebadas que mantienen las gentes de hoy. Quien tiene el buen gusto de pintar sus paisajes sabe que los amarillos de colza lo dominan sobre mayo, estrellados de girasoles mediado julio y los horizontes se redondean en alpacas alcanzado agosto.

Remontando el tiempo, asciendo hasta el Teso del Cuervo camino a Torresmenudas, encauzándome hasta el asentamiento de los primeros forfoledanos. La agricultura y ganadería de la edad de Bronce se halló en forma de yacimiento arqueológico a finales de los 80 del siglo XX.

Aún pervive en sus calles la tradición construida. Sentado en uno de sus poyos, reparo en el adobe y arenisca que forman portalillos y corrales, donde ventanucos o luceras se abren paso en esta arquitectura de tapial, esculpiendo el carácter de la Armuña Chica, reservada, apacible y humilde.

No hay que perderse: La iglesia de Santo Tomás, catalogada como Bien de Interés Cultural en 1983, engloba románico en la portada y reformas de centurias posteriores en el ábside y arcos. Leones y cabezas diabólicas custodian curiosamente a todo el que la visita. La fauna nos sale al encuentro.

Detalle curioso: Forfolera era en origen el topónimo del lugar. Desde arboleda de flores a tierra fértil pasando por aludir a todo un elenco de vegetación silvestre, son los significados hipotéticos, todos ciertos y no aclarados para apodar a la villa.